Quisiera defender a los 149 frente a nuestro burgomaestre Boris Johnson, que, como a otros de su especie, me los tiene amenazados de muerte.
Merecen mi apoyo por varias razones, pero en especial por su conocida obra caritativa: no hacen distinción por nivel adquisitivo, y en uno de esos frecuentes momentos de apuro son los únicos que te llevan a casa sin pedirte nada a cambio, ni mirar en uno nada más que la pura necesidad de regresar al hogar. Y lo que es más, a los que no tienen tal cosa les proporcionan un lugar calentito y blandito donde pasar la noche, de aquí pallá y de allá pacá, y hasta les ronronean y mecen mientras duermen.
Los 149 son autobuses agnósticos. También hay vagones de metro cristianos pero, como el resto de congéneres, éstos sí que cuestan dinero, y más desde el comienzo del año. Por lo demás, en ninguna otra cosa se diferencian de los otros vagones, y yo los uso de manera indistinta.